viernes, 14 de agosto de 2009

Aggg

Aggg está pensando. En imágenes. Todavía no se han inventado las palabras para nombrar lo que piensa.

Hoy, con sus hermanos, mató un animal. Recuerda los palos puntiagudos que llevaban. Poco sirvieron para hacerle daño a aquella mole. Su hermano mayor murió al saltar sobre la bestia, para clavar el palo con ayuda de su peso. El animal usó esa cosa larga que tiene enfrente para destrozar el peso que le clavaba un palo. Las puntas de los otros cazadores entraron también, pero fueron las grandes rocas (¿cómo se podrán nombrar?) las que al caer sobre la cabeza del monstruo lograron tirarlo ... y luego dominarlo. Aggg tiene trece años, aunque no sabe qué son los años ni cómo contarlos.

Afuera llueve con fuerza, la luz repentina y el gran ruido que le sigue apenas dos segundos después (menos sabe de segundos) tiene aterrorizados a todos sus hermanos. Esa mujer vieja por la que siente tanto ... tanto ... ¿tanto qué?, es la única que, sin asustarse de luz y truenos atiende con cuidado lo que quema para que siga brillando: hay que mantener vivos esos puntos rojos.

Aggg está sentado en un lugar oscuro, apartado, frío. El agua, el ruido, la luz que dibuja por momentos árboles y matojos que no sabe nombrar, poco le importan. Sólo piensa en las piedras y en las puntas ¿Cómo puede darle punta a una piedra grande, tan grande que no la pueda levantar solo? Se duerme y sueña imágenes tras imágenes.

Hace frío. Una leve claridad lo ha despertado. El niñohombrejóven se pone de pie, camina y sale al lodo, esa cosa fría y resbalosa en la que sus pies no se afianzan. Sus hermanos lo quieren detener. No le hablan, todavía no se inventan las palabras para dar una orden. Se interponen. Vocean "Aggg, Aggg, Aggg". Mueven manos y cabezas. La mujer encorvada, cansada, vieja ya a sus veintitantos años, intenta detenerlo con un gesto, pero Aggg quiere realizar su sueño: una gran piedra con pico. A la piedra no le importará que aquel mastodonte lo lance a unos diez metros (no sabe lo que sean diez ni qué cosas sean los metros).

Ese pequeño adulto no va a quedarse junto al fuego (ya lo llaman de alguna forma, pero en ese momento no le importa), quiere hacer algo, necesita trabajar. Y va a hacer lo que no sirve para nada útil. Pero él siente que su trabajo no va a ser un desperdicio, lo soñó hace poco ¿Para qué va a servir lo que busca y no encuentra? ¿Para qué va a servir esa piedra que golpea con saña? ¿Qué gana con machucarse los dedos? ¿Qué con esas bolsitas de agua que duelen al reventarse? Unos se ríen, otros lo ignoran, pero su hermano, el pequeño que apenas camina, lo mira con atención y corre también a golpear unas piedras contra otras.

Mientras el resto del grupo se acerca a comer del animal que mataron ayer, Aggg sigue golpeando piedra contra piedra. Nadie remunera su trabajo con un trozo de carne que él ni siquiera busca; sabe que hoy no se lo darán. Si acaso mañana, la vieja por la que siente ... siente ... no sabe cómo se nombra lo que siente, ella le llevará algo para quitar el hambre. Aggg se conforma con un poco de agua de algún charco cercano, porque siente que su trabajo lo está haciendo a él, cada vez más ... más ... ¿más qué?

Se murió sin saber que lo estaba haciendo más humano.